viernes, 15 de diciembre de 2017

LA CONCIENCIA DEL ÁTOMO - La Evolución de la Conciencia (VI) (Alice A. Bailey) - Reflexiones Personales y Síntesis -


(En cursiva, párrafos que por su relevancia me ha parecido importante transcribirlos literalmente)
 

*       “El átomo puede considerarse como la Vida central manifestada por medio de la forma esferoidal, expresando la facultad mental; el átomo humano también puede ser considerado como una positiva vida central que utiliza una forma y denota las dis­tintas cualidades ya enumeradas; si nuestra hi­pótesis sobre el átomo es correcta y si estamos en lo cier­to al considerar al ser humano como un átomo, podríamos entonces aplicar este primer concepto al planeta y decir que en el átomo planetario reside una excelsa Vida manifestada a través de una forma, denotando cualidades específicas al llevar a cabo una meta específica; por último podemos extender este concepto a la gran esfera del sistema solar y a la Deidad que mora en ella.”





*          “La palabra conciencia deriva de dos palabras latinas: con, con, y scio, saber, y literalmente significa "aquello por lo cual conocemos". “Trataremos tres tipos de conciencia: conciencia absoluta, conciencia universal y conciencia individual. De los tres, sólo dos pue­den definirse más o menos con claridad.”





*          “La conciencia absoluta, un autor la define como "la conciencia en que existe todo, tanto lo posible como lo actual" y concierne a todo lo que puede concebirse como que ocurrió, está ocurriendo u ocurrirá. Posiblemente, ésta es la conciencia absoluta, y desde el punto de vista humano es la conciencia de Dios, que contiene en sí el pasado, el presente y el futuro. La conciencia universal podría definírsela como la conciencia que piensa en tiempo y espacio, conciencia con ideas de ubicación y suce­sión, involucradas en sí, o, en realidad, conciencia grupal, el grupo mismo formando una unidad mayor o menor. Fi­nalmente, la conciencia individual puede definirse como esa medida de conciencia universal, que la unidad separada puede alcanzar y concebir de sí misma.”





*        “El átomo debe ser considerado en el cuer­po humano como una minúscula entidad, una diminuta vida inteligente y una microscópica esfera activa. Tomemos ahora la pequeña célula como punto de partida y obtendre­mos por su intermedio algún concepto de lo que son estos tres tipos de conciencia, observándolos desde el punto de vista del átomo y del hombre. Para el pequeño átomo en el cuerpo del hombre, la conciencia individual sería su propia vida vibratoria, su interna actividad y todo cuanto específi­camente le concierne. Para la pequeña célula, la conciencia universal podría ser la conciencia de todo el cuerpo fí­sico, observándolo como la unidad que incorpora al átomo. Para el átomo, la conciencia absoluta sería la conciencia del hombre pensante que energetiza el cuerpo, lo cual re­sultaría para el átomo algo tan remoto, desde su propia vida interna, que le sería prácticamente inconcebible e incognos­cible; sin embargo arrastra, dentro de la línea de su volun­tad, a la forma y al átomo que está en la forma y a todo lo que ello concierne. Esto puede aplicarse al hombre, vién­dolo como un átomo o célula del cuerpo de una excelsa Entidad, de allí que podamos aplicar este concepto a tres tipos de conciencia.”

         



*          “La auto-conciencia debe considerarse como la consumación del evolutivo desenvolvimiento de la conciencia en los tres reinos inferiores.





*          “En la materia ató­mica, lo único que podemos afirmar con seguridad es que denota inteligencia, poder de seleccionar y discriminar. És­te es el rasgo predominante de la conciencia al manifes­tarse por medio del reino mineral. En el reino vegetal apa­rece otra cualidad, la de sensación o sensibilidad rudimen­tarias, que responden en forma distinta de la del mineral. En el reino animal, aparece una tercera reacción, el animal no sólo demuestra señales de sensación en acrecentado gra­do, análogamente a la respuesta del reino vegetal, sino que manifiesta señales de intelecto o mente embrionaria. El ins­tinto es una facultad que poseen todos los animales. En estos reinos existen distintos grados y tipos de conciencia, mientras que en el hombre tenemos los primeros síntomas de la autoconsciencia, o la facultad con que el hombre se hace consciente de que es una entidad separada, el impulso inmanente en el cuerpo, que está en proceso de hacerse consciente a través de dicho cuerpo.



El método del desarrollo evolutivo de la conciencia de un ser humano es la repetición, en una vuelta más elevada de la espiral, de las dos etapas observadas en la evolución del átomo, la de la energía atómica y la de coherencia grupal. Actualmente podemos ver en el mundo a la familia humana en la etapa atómica, manifestación que conduce a una meta aún no lograda, la etapa grupal.



Consideremos ahora las etapas del átomo y de la forma, y veamos cómo se desarrolla la conciencia humana, teniendo en cuenta que en el átomo humano está acumulado todo lo adquirido en los tres reinos inferiores de la naturaleza, en las primeras etapas. El hombre es el beneficiario de ese vasto proceso evolutivo que quedó atrás. Comienza con lo adquiri­do, latente en él. Es autoconsciente y tiene ante si una meta definida, el logro de la conciencia grupal. El logro de la autoconsciencia constituye la meta para el átomo sustancia. La finalidad para el hombre consiste en adquirir mayor Conciencia y un campo más amplio.



La etapa atómica que estamos considerando es pecu­liarmente interesante, interesante porque en ella se halla la mayoría de la humanidad. Pasamos allí el indispensable pe­ríodo de la autocentralización, ciclo en que el hombre se ocupa principalmente de sus propios asuntos, de lo que le interesa, y vive su propia vida interna vibratoria, intensa­mente. Durante un largo período y quizás también en la actual etapa (creo que nadie debe ofenderse si no ha alcan­zado la perfección ni la meta), somos intensamente egoístas, y sólo nos interesamos mentalmente de lo que sucede en el mundo y, probablemente, lo hacemos por compasión o des­agrado, o porque es común. A pesar de esta actitud mental, ponemos la atención en lo que atañe a nuestra vida indivi­dual. Estamos en la etapa atómica y somos intensamente ac­tivos respecto a nuestros problemas personales. Si observa­mos las multitudes en las calles de una gran ciudad populo­sa, veremos por todas partes personas en la etapa atómica, centradas en sí mismas, preocupadas únicamente en sus ne­gocios, procurando sus propios placeres, deseando sólo di­vertirse, e incidentalmente preocupadas en los asuntos que conciernen al grupo. Esta etapa es necesaria y protectora, de esencial valor para cada ente de la familia humana. Su comprensión nos hará pacientes con nuestros hermanos que con tanta frecuencia nos provocan irritabilidad.”





*          “Se le ha enseñado al hombre que él evo­luciona y llega a ser consciente, primeramente por medio de los cinco sentidos, después por el desarrollo de la facultad de discernimiento, conjuntamente con el desapasionamiento.”

“El yo oye y respon­de ocultamente a la vibración y se reconoce a sí mismo. Se hace consciente del no-yo y de su tangibilidad por medio del tacto, pero hasta actualizar la visión o consciente reconoci­miento, no se establece la relación entre ambos. El yo utiliza otros dos sentidos, el gusto y el olfato, al hacer sus contactos, pero no son tan esenciales como los tres primeros para desarrollar la percepción inteligente. Por medio de los cinco sentidos podemos efectuar cuantos contactos son posibles en el plano físico; por ellos aprendemos, crecemos, somos cons­cientes, nos desarrollamos, evolucionan los grandes instin­tos, constituyen los sentidos protectores, que no sólo nos permiten relacionarnos con nuestro medio ambiente, sino que nos protegen del mismo.”





*          “He aquí la fina­lidad de la evolución, el logro de la conciencia del verdadero yo por medio del no-yo.”



“Atravesamos un largo período o ciclo de muchas vidas donde nos identificamos con la forma y estamos tan unifi­cados con el no-yo que no vemos la diferencia, ocupándo­nos totalmente de las cosas transitorias y pasajeras. Esta identificación con el no-yo, trae dolores, insatisfacciones y sufrimientos en el mundo; sin embargo, debe recordarse que por medio de la reacción del yo sobre el no-yo, aprendemos inevitablemente y nos apartamos finalmente de lo imper­manente y lo irreal. Este ciclo de identificación con lo irreal va paralelo a la etapa de la conciencia individual. Así como el átomo de la sustancia debe abrirse camino hacia una for­ma y contribuir a vitalizar a una unidad mayor, también mediante la evolución de la conciencia, el átomo humano debe llegar a un punto en que reconozca su lugar en el Todo mayor, y cargar su responsabilidad en la actividad grupal.”



“Por medio del dolor y el sufrimiento, re­conoce que el no-yo es insuficiente, y busca externa e in­ternamente algo que satisfaga más adecuadamente sus necesidades.”



“Por lo tanto, hay indicios de que llega rápidamente la etapa de la forma y los hombres pasan del período atómico a algo infinitamente mejor y más grande. Comienza el hombre a sentir las vibraciones de esa ex­celsa Vida de cuyo cuerpo es un átomo; empieza en pequeña escala a responder conscientemente al magno llamado y a descubrir posibles canales mediante los cuales podrá com­prender a esa excelsa Vida que presiente, pero que no conoce aún. Si persiste en ello hallará al grupo al que pertenece, entonces cambiará su centro. Ya no estará limitado por su propio y pequeño muro atómico, sino que irá más allá, convirtiéndose a su vez, en parte consciente, inteligente y ac­tiva del Todo mayor.”





*          “La etapa en que el hombre al­canza la comprensión grupal y llega a participar conscientemente de las actividades del grupo se logra de dos maneras: por medio de la meditación y por una serie de iniciaciones.





*          “La verdadera meditación requiere intensa concentración mental, máximo control del pensamiento y una actitud equilibrada, que no es negativa ni positiva, sino un punto de equilibrio entre ambos extremos.”





“Cuando hayamos efectuado cierta medida de trabajo en la meditación y cultivado el interés por el grupo y no el propio, cuando des­arrollemos un cuerpo físico fuerte y sano, y controlemos el cuerpo emocional, para que no nos arrastre el deseo, y el cuerpo mental sea nuestro instrumento y no nuestro amo, entonces conoceremos el verdadero significado de la meditación.”



“Cuando el hombre, por la meditación, ha establecido contacto con su grupo al cual pertenece, y es cada vez más consciente del grupo, entonces se halla en la etapa en que puede recibir una serie de iniciaciones, según se las denomina, que son simplemente expansiones de conciencia obtenidas con la ayuda de Quienes alcanzaron la meta, están identificados con el grupo y son parte consciente del cuerpo del Hombre celestial.”



Cuando el átomo de sustancia entró a constituir parte de una forma, fue una iniciación para el átomo, conoció otro tipo de fuerza y se extendió su campo de contacto. Cuando la conciencia de los reinos vegetal y animal se fusionó y pasó del reino in­ferior al superior, constituyó una iniciación; cuando la conciencia del animal se expandió hacia la conciencia del hom­bre, tuvo lugar una iniciación aún mayor. Se entra en los cuatro reinos a través de una iniciación o expansión de conciencia. La familia humana tiene ante sí un quinto reino o espiritual, en el cual se ingresa mediante cierta iniciación. En todos estos casos la iniciación se logró con la ayuda de Quie­nes tienen conocimiento. De manera que en el esquema evo­lutivo no hay grandes separaciones entre un reino y otro, un estado de percepción y otro, sino un desarrollo gradual de conciencia, donde cada uno de nosotros desempeñamos y desempeñaremos nuestra parte. Si recordamos la universali­dad de la iniciación, obtendremos un proporcionado punto de vista. Cada vez que somos más conscientes de nuestro medio ambiente y aumenta nuestro contenido mental, es una iniciación en pequeña escala. Cada vez que nuestro horizon­te se dilata y pensamos y vemos con más amplitud, es una iniciación. En esto reside el valor de la vida y la magnitud de nuestra oportunidad.”



“Esa etapa final, donde recibimos ayuda definida de fuentes externas, no se debe a que los Grandes Seres ansían ayudarnos, llegar a nosotros y tratar de elevarnos; llega porque hemos realizado el trabajo nece­sario y nada puede evitar recibirla, pues nos corresponde por derecho. Quienes llegaron a la perfección, pueden y quieren ayudar, pero Sus manos están atadas si no hemos desempeñado nuestra parte en la tarea. Por lo tanto, nada de lo hecho se pierde para acrecentar nuestra utilidad en el mundo, mejorar nuestros cuerpos, adquirir dominio propio y equipar el cuerpo mental.”

Dani



(SIGUIENTE CAPÍTULO)

viernes, 1 de diciembre de 2017

LA CONCIENCIA DEL ÁTOMO - La Evolución de la Conciencia (VI) (Alice A. Bailey) (*)


Alice A. Bailey (como algunas/os de vosotras/os quizás conozcáis) escribió una serie de libros, algunos de suyos como este ("La Conciencia del Átomo") y otros con enseñanzas dadas por el Maestro Djwhal Khul (mas conocido como el Maestro Tibetano).

Este libro trata de la relación científica entre materia y consciencia, en una época en que la evolución influencia progresivamente la sustancia de todas las formas. El "átomo" aparece como la réplica miniaturizada más completa de la estructura energética común a todas las formas de vida: cósmica, planetaria, humana y subhumana"

Paulatinamente iremos añadiendo nuevos capítulos del libro para poder tratarlos con "la suficiente tranquilidad y mente abierta", aspectos indispensables para poder profundizar en estos temas.

Recordemos que el libro fue escrito hace casi 100 años, por lo que algunas expresiones, aspectos y comentarios que puedan aparecer en el mismo han de considerarse como de aquella época y, por tanto, quizás no coincidan del todo con la realidad actual.

Si alguien estuviese interesado en obtener mas información sobre A. A. Bailey, la Escuela Arcana y/o el Maestro Tibetano (Djwhal Khul), puede consultar los enlaces siguientes:


FUNDACIÓN LUCIS TRUST
FUNDACIÓN LUCIS

Ir al Primer Capítulo 
Ir al Segundo Capítulo
Ir al Tercer Capítulo


Dani

- - - - -
  
LA EVOLUCIÓN DE LA CONCIENCIA


 QUINTA CONFERENCIA

La semana pasada analizamos en forma inadecuada la evolución del hombre, el pensador, el morador de los cuerpos, que los utiliza mediante el ciclo de evolución. Vimos que constituía el resumen de las evoluciones precedentes. En dos conferencias anteriores nos preparamos para el estudio de esa evolución, considerando primero la sustancia o materia atómica, antes de ser utilizada para construir la forma, o el diminuto átomo antes de ser incorporado a determinado vehículo. Después estudiamos la construcción de las formas, por medio de la gran ley de atracción que agrupa a los átomos, haciendo que se adhieran y vibren al unísono, produciendo una forma o conglomerado de átomos. Reconocimos que en la sustancia atómica había un aspecto de la Deidad y de la fuerza central o energía del sistema solar, manifestándose como el aspecto inteligencia, y vimos manifiesta en el aspecto forma de la naturaleza otra cualidad de la Deidad, la de amor o atracción, fuerza cohesiva que mantiene la unidad de la forma. Después nos ocupamos del ser humano u hombre, y observamos que reúne los tres aspectos divinos, y lo reconocimos como la voluntad central, manifestándose mediante una forma compuesta de átomos, expresando las tres cualidades de Dios, inteligencia, amor-sabiduría y voluntad o poder.

Hoy nos apartaremos del aspecto materia de la manifestación, tratado ya, y entraremos a considerar la conciencia de la forma. Notamos que el átomo puede considerarse como la Vida central manifestada por medio de la forma esferoidal, expresando la facultad mental; el átomo humano también puede ser considerado como una positiva vida central que utiliza una forma y denota las distintas cualidades ya enumeradas; dijimos que si nuestra hipótesis sobre el átomo era correcta y si estábamos en lo cierto al considerar al ser humano como un átomo, podríamos entonces aplicar este primer concepto al planeta y decir que en el átomo planetario reside una excelsa Vida manifestada a través de una forma, denotando cualidades específicas al llevar a cabo una meta específica; por último extendimos este concepto a la gran esfera del sistema solar y a la Deidad que mora en ella.

Ahora nos ocuparemos de la cuestión de la conciencia; estudiaremos brevemente el problema y la reacción de la vida en la forma. Si con esto les proporciono unas pocas ideas generales de acuerdo con lo dicho anteriormente, colocaré un ladrillo más sobre la estructura que trato de erigir.

La palabra conciencia deriva de dos palabras latinas: con, con, y scio, saber, y literalmente significa "aquello por lo cual conocemos". Los diccionarios definen la conciencia como "el estado de ser consciente" o la condición de percibir, la capacidad de responder a los estímulos, de reconocer contactos y el poder de sincronizar vibraciones. Estas frases pueden ser incluidas en cualquier definición de la conciencia, pero lo que quiero acentuar ahora es la que proporciona el Standard Dictionary, ya mencionado. Al pensador común que consulta la mayoría de los textos que se ocupan del tema, le resultará confuso, porque fragmentan la conciencia y el estado de ser consciente en varias divisiones y subdivisiones hasta llegar a confundirlos. Sólo trataremos hoy tres tipos de conciencia, a saber: conciencia absoluta, conciencia universal y conciencia individual. De los tres, sólo dos pueden definirse más o menos con claridad.

Para el pensador común es prácticamente imposible conocer la conciencia absoluta. Un autor la define como "la conciencia en que existe todo, tanto lo posible como lo actual" y concierne a todo lo que puede concebirse como que ocurrió, está ocurriendo u ocurrirá. Posiblemente, ésta es la conciencia absoluta, y desde el punto de vista humano es la conciencia de Dios, que contiene en sí el pasado, el presente y el futuro. Por lo tanto ¿qué es la conciencia universal? Podría definírsela como la conciencia que piensa en tiempo y espacio, conciencia con ideas de ubicación y sucesión, involucradas en sí, o, en realidad, conciencia grupal, el grupo mismo formando una unidad mayor o menor. Finalmente, la conciencia individual puede definirse como esa medida de conciencia universal, que la unidad separada puede alcanzar y concebir de sí misma.

Para comprender estas vagas expresiones de conciencia absoluta, conciencia universal y conciencia individual, será de ayuda si trato de ilustrarlas. Vimos en anteriores conferencias que el átomo debe ser considerado en el cuerpo humano como una minúscula entidad, una diminuta vida inteligente y una microscópica esfera activa. Tomemos ahora la pequeña célula como punto de partida y obtendremos por su intermedio algún concepto de lo que son estos tres tipos de conciencia, observándolos desde el punto de vista del átomo y del hombre. Para el pequeño átomo en el cuerpo del hombre, la conciencia individual sería su propia vida vibratoria, su interna actividad y todo cuanto específicamente le concierne. Para la pequeña célula, la conciencia universal podría ser la conciencia de todo el cuerpo físico, observándolo como la unidad que incorpora al átomo. Para el átomo, la conciencia absoluta sería la conciencia del hombre pensante que energetiza el cuerpo, lo cual resultaría para el átomo algo tan remoto, desde su propia vida interna, que le sería prácticamente inconcebible e incognoscible; sin embargo arrastra, dentro de la línea de su voluntad, a la forma y al átomo que está en la forma y a todo lo que ello concierne. Esto puede aplicarse al hombre, viéndolo como un átomo o célula del cuerpo de una excelsa Entidad, de allí que podamos aplicar este concepto a tres tipos de conciencia. Sería inteligente descender y ocuparnos de cosas más prácticas que la conciencia absoluta.
           
La ciencia occidental va acercándose gradualmente a la conclusión de la filosofía esotérica de Oriente, que no sólo reconoce la conciencia en el hombre y en el animal, sino también en el vegetal y el mineral, y que la auto-conciencia debe considerarse como la consumación del evolutivo desenvolvimiento de la conciencia en los tres reinos inferiores. Quizás sea posible, en el breve tiempo que me queda, encarar ese estudio fascinador del desarrollo de la conciencia en los reinos animal y vegetal, y su aparición en el reino mineral, así descubriríamos que incluso los minerales manifiestan vestigios de conciencia y de reacción a los estímulos, que dan señales de fatiga y que es posible envenenar a un mineral y matarlo como se hace con un ser humano. La realidad de que las flores tienen conciencia se está aceptando rápidamente, y se publican artículos muy interesantes sobre la conciencia de las plantas, abriendo un amplio campo de reflexión. Hemos visto que respecto a la materia atómica, lo único que podemos afirmar con seguridad es que denota inteligencia, poder de seleccionar y discriminar. Éste es el rasgo predominante de la conciencia al manifestarse por medio del reino mineral. En el reino vegetal aparece otra cualidad, la de sensación o sensibilidad rudimentarias, que responden en forma distinta de la del mineral. En el reino animal, aparece una tercera reacción, el animal no sólo demuestra señales de sensación en acrecentado grado, análogamente a la respuesta del reino vegetal, sino que manifiesta señales de intelecto o mente embrionaria. El instinto es una facultad que poseen todos los animales, y las palabras instinto e instigación, derivan de la misma raíz. Cuando el poder de instigación se inicia en la forma animal, es signo de que la mentalidad embrionaria comienza a manifestarse. En estos reinos existen distintos grados y tipos de conciencia, mientras que en el hombre tenemos los primeros síntomas de la autoconsciencia, o la facultad con que el hombre se hace consciente de que es una entidad separada, el impulso inmanente en el cuerpo, que está en proceso de hacerse consciente a través de dicho cuerpo. Esto ha sido enseñado en Oriente a través de las épocas, y "la filosofía esotérica también enseña que todo vive y es consciente, pero que no toda vida y conciencia es similar a la humana", y además hace resaltar que "existieron dilatados intervalos entre la conciencia del átomo y de la flor, la de la flor y el hombre, la de éste y Dios". Según dijo Browning: "En el hombre comienza nuevamente la tendencia hacia Dios". El hombre no es un Dios, sino un Dios en ciernes; está labrando la imagen de Dios, y algún día la producirá a la perfección. Se esfuerza en manifestar la triple vida divina subjetiva, mediante la objetiva.

El método del desarrollo evolutivo de la conciencia de un ser humano es la repetición, en una vuelta más elevada de la espiral, de las dos etapas observadas en la evolución del átomo, la de la energía atómica y la de coherencia grupal. Actualmente podemos ver en el mundo a la familia humana en la etapa atómica, manifestación que conduce a una meta aún no lograda, la etapa grupal.

A quienes están interesados por la facultad de percepción y habitualmente observan lo que sucede a su alrededor, les resulta evidente los distintos grados de mentalidad que vemos en todas partes y los variados tipos de conciencia que existen entre los hombres. Conocemos individuos alertas, despiertos, que se dan cuenta de todo lo que sucede; agudamente conscientes, responden a los distintos tipos de corrientes mentales en los asuntos humanos; perciben contactos de todo tipo; otros individuos parecen estar dormidos, nada les interesa, totalmente inconscientes a los contactos, están todavía en la etapa de la inercia y son incapaces de responder a los estímulos externos, pues no se hallan mentalmente despiertos. También lo observamos en los niños; algunos responden rápidamente y otros en cambio parecen tontos. No es que realmente unos sean más estúpidos que otros, sino que, sencillamente, se debe a la etapa interna de evolución del niño, a que encarnaron con más frecuencia y a que se dedicaron durante períodos más prolongados a ser conscientes.

Consideremos ahora las etapas del átomo y de la forma, y veamos cómo se desarrolla la conciencia humana, teniendo en cuenta que en el átomo humano está acumulado todo lo adquirido en los tres reinos inferiores de la naturaleza, en las primeras etapas. El hombre es el beneficiario de ese vasto proceso evolutivo que quedó atrás. Comienza con lo adquirido, latente en él. Es autoconsciente y tiene ante si una meta definida, el logro de la conciencia grupal. El logro de la autoconsciencia constituye la meta para el átomo sustancia. La finalidad para el hombre consiste en adquirir mayor Conciencia y un campo más amplio.

La etapa atómica que estamos considerando es peculiarmente interesante, interesante porque en ella se halla la mayoría de la humanidad. Pasamos allí el indispensable período de la autocentralización, ciclo en que el hombre se ocupa principalmente de sus propios asuntos, de lo que le interesa, y vive su propia vida interna vibratoria, intensamente. Durante un largo período y quizás también en la actual etapa (creo que nadie debe ofenderse si no ha alcanzado la perfección ni la meta), somos intensamente egoístas, y sólo nos interesamos mentalmente de lo que sucede en el mundo y, probablemente, lo hacemos por compasión o desagrado, o porque es común. A pesar de esta actitud mental, ponemos la atención en lo que atañe a nuestra vida individual. Estamos en la etapa atómica y somos intensamente activos respecto a nuestros problemas personales. Si observamos las multitudes en las calles de una gran ciudad populosa, veremos por todas partes personas en la etapa atómica, centradas en sí mismas, preocupadas únicamente en sus negocios, procurando sus propios placeres, deseando sólo divertirse, e incidentalmente preocupadas en los asuntos que conciernen al grupo. Esta etapa es necesaria. y protectora, de esencial valor para cada ente de la familia humana. Su comprensión nos hará pacientes con nuestros hermanos que con tanta frecuencia nos provocan irritabilidad.

¿Cuáles son los dos factores por cuyo intermedio evolucionamos dentro y fuera de la etapa atómica? Durante muchos siglos, en Oriente, se ha considerado que el proceso de evolución es dual. Se le ha enseñado al hombre que él evoluciona y llega a ser consciente, primeramente por medio de los cinco sentidos, después por el desarrollo de la facultad de discernimiento, conjuntamente con el desapasionamiento. En Occidente hemos dado importancia a los cinco sentidos, y no se ha enseñado el discernimiento, tan esencial. Si observamos el desarrollo de un niño, advertiremos, por ejemplo, que primeramente desarrolla los cinco sentidos en ordenada secuencia. El primer sentido es el oído; oye algún ruido y mueve la cabeza. Después el tacto, y empieza a palpar con las manos. Le sigue la vista. No es que el niño no vea o nazca ciego como los gatos, sino que transcurren varias semanas antes de ver y reconocer conscientemente los objetos. La facultad ha estado latente en espera de su realización. Así sucede con las graduadas expansiones de conciencia y conocimientos que tiene ante sí el hombre. En estos tres principales sentidos: oído, tacto y vista, tenemos una interesante analogía y relación con la triple manifestación de la Deidad, el yo, el no-yo y la relación entre ambos. El yo oye y responde ocultamente a la vibración y se reconoce a sí mismo. Se hace consciente del no-yo y de su tangibilidad por medio del tacto, pero hasta actualizar la visión o consciente reconocimiento, no se establece la relación entre ambos. El yo utiliza otros dos sentidos, el gusto y el olfato, al hacer sus contactos, pero no son tan esenciales como los tres primeros para desarrollar la percepción inteligente. Por medio de los cinco sentidos podemos efectuar cuantos contactos son posibles en el plano físico; por ellos aprendemos, crecemos, somos conscientes, nos desarrollamos, evolucionan los grandes instintos, constituyen los sentidos protectores, que no sólo nos permiten relacionarnos con nuestro medio ambiente, sino que nos protegen del mismo.

En consecuencia, habiendo llegado a ser inteligentes unidades por medio de los cinco sentidos, y expandido por su intermedio la conciencia, llegamos a un punto crítico donde aparece otro factor: el inteligente discernimiento. Aquí me refiero al discernimiento manifestado por la unidad autoconsciente, esa elección consciente evidenciada por ustedes y yo, que forzosamente utilizaremos cuando el poder de la evolución nos impulse hacia el punto en que aprenderemos a diferenciar entre el yo y el no-yo, lo real y lo irreal, entre la vida dentro de la forma, y la forma que ésta utiliza, y entre el conocedor y lo conocido. He aquí la finalidad de la evolución, el logro de la conciencia del verdadero yo por medio del no-yo.

Atravesamos un largo período o ciclo de muchas vidas donde nos identificamos con la forma y estamos tan unificados con el no-yo que no vemos la diferencia, ocupándonos totalmente de las cosas transitorias y pasajeras. Esta identificación con el no-yo, trae dolores, insatisfacciones y sufrimientos en el mundo; sin embargo, debe recordarse que por medio de la reacción del yo sobre el no-yo, aprendemos inevitablemente y nos apartamos finalmente de lo impermanente y lo irreal. Este ciclo de identificación con lo irreal va paralelo a la etapa de la conciencia individual. Así como el átomo de la sustancia debe abrirse camino hacia una forma y contribuir a vitalizar a una unidad mayor, también mediante la evolución de la conciencia, el átomo humano debe llegar a un punto en que reconozca su lugar en el Todo mayor, y cargar su responsabilidad en la actividad grupal. Tal es la etapa a la que se acercan muchos individuos de la familia humana. La gente comprende como nunca hasta ahora, la diferencia entre lo real y lo irreal, lo perecedero y lo permanente. Por medio del dolor y el sufrimiento, reconoce que el no-yo es insuficiente, y busca externa e internamente algo que satisfaga más adecuadamente sus necesidades. Muchos anhelan hoy conocerse a sí mismos, hallar el reino de Dios en su interior y, mediante la Ciencia Mental, el Nuevo Pensamiento y el estudio de la psicología, llegarán a ciertos conocimientos que serán de inestimable valor para la raza humana. Por lo tanto, hay indicios de que llega rápidamente la etapa de la forma y los hombres pasan del período atómico a algo infinitamente mejor y más grande. Comienza el hombre a sentir las vibraciones de esa excelsa Vida de cuyo cuerpo es un átomo; empieza en pequeña escala a responder conscientemente al magno llamado y a descubrir posibles canales mediante los cuales podrá comprender a esa excelsa Vida que presiente, pero que no conoce aún. Si persiste en ello hallará al grupo al que pertenece, entonces cambiará su centro. Ya no estará limitado por su propio y pequeño muro atómico, sino que irá más allá, convirtiéndose a su vez, en parte consciente, inteligente y activa del Todo mayor.

¿Cómo se produce este cambio? La etapa atómica se desenvolvió por medio de los cinco sentidos y la aplicación de la facultad discernidora. La etapa en que el hombre alcanza la comprensión grupal y llega a participar conscientemente de las actividades del grupo se logra de dos maneras: por medio de la meditación y por una serie de iniciaciones. Al emplear la palabra meditación no indico lo que generalmente se entiende por ella, un estado mental receptivo, negativo o de trance. Existe un concepto erróneo sobre lo que es realmente la meditación, y se practica una pseudo meditación que hace poco fue verazmente descrita por alguien que dijo "cierro los ojos, abro la boca y espero que suceda algo". La verdadera meditación requiere intensa concentración mental, máximo control del pensamiento y una actitud equilibrada, que no es negativa ni positiva, sino un punto de equilibrio entre ambos extremos. Las Escrituras orientales describen, a quien practica la meditación para obtener resultados, con las siguientes palabras, cuya consideración proporcionará ayuda e iluminación: "El Maha Yogi, el gran asceta, en quien está centrada la máxima perfección de austera penitencia y meditación abstracta, y por la cual alcanza ilimitados poderes y obra milagros y prodigios, adquiere el supremo conocimiento espiritual y llega eventualmente a la Unión con el excelso espíritu del universo". Aquí se sostiene que la unión con la Vida grupal es resultado de la meditación y no puede lograrse de otra manera.

La verdadera meditación (cuyas etapas preliminares son la concentración y la dedicación en cualquier línea determinada de pensamiento) diferirá según el individuo y el tipo. El hombre religioso, el místico, enfocará su atención en la vida que reside en la forma, en Dios, en Cristo, o en lo que para él encarne su ideal. El comerciante, el profesional, que durante horas de trabajo se centraliza en su negocio y enfoca su atención en los problemas que debe resolver, aprende a meditar; posteriormente, cuando entra en el aspecto espiritual de la meditación, descubrirá que ha recorrido la parte más ardua del camino. Quien lee un libro difícil y se esfuerza con todo su poder mental en comprender el sentido de las palabras, medita hasta donde le es posible en ese momento. Digo esto para alentarlos, pues vivimos en una época en que hay muchos libros que se refieren a la meditación. Todos presentan algún aspecto de la verdad y pueden ser de ayuda, pero no contienen lo mejor para el individuo. Debemos descubrir nuestro propio método de concentración, cerciorarnos de cuál es nuestro método de acercarnos a lo interno y estudiar qué es la meditación.

Sería conveniente hacer aquí una advertencia. Debe desconfiarse de las escuelas y métodos que combinan la meditación con los ejercicios de respiración, enseñan diferentes posturas físicas y enfocan la atención en determinados órganos o centros físicos. Quienes siguen estos métodos van hacia el fracaso y, además de los peligros físicos que entrañan y de los riesgos de locura y desórdenes nerviosos, se ocupan de la forma, que es una limitación, y no del espíritu, que es la vida. Por este camino nunca se llegará a la meta. Para la mayoría de nosotros la concentración intelectual, resultado del control de la mente y de la capacidad de pensar con claridad y sólo sobre lo que queremos, debe preceder a la verdadera meditación, algo que muy pocos conocen. No me es posible explayarme sobre la verdadera meditación, la cual dará por resultado un definido cambio en la polarización, abriéndole al hombre un campo de experiencias hasta ahora insospechado, revelándole contactos que aún no conoce, y permitiéndole hallar el lugar que le corresponde en el grupo. Ya no estará recluido entre las paredes de su vida personal, comenzará a fusionar esa vida en la totalidad mayor. Ya no se ocupará de sus intereses egoístas, sino que atenderá los problemas del grupo. No empleará el tiempo en cultivar su propia identidad, sino que procurará comprender esa Identidad mayor de la cual es parte. En realidad, esto es lo que los hombres avanzados comienzan más o menos a hacer. Por poco que lo comprenda el hombre común, los grandes pensadores como Edison y otros, solucionaron sus problemas por medio de la meditación. Por la concentración reflexiva, la constante recapitulación y la intensa aplicación a la línea particular de pensamiento que les interesa, obtienen resultados, extraen de las reservas internas de inspiración y poder, y permiten que desciendan de los niveles superiores del plano mental, resultados benéficos para el grupo. Cuando hayamos efectuado cierta medida de trabajo en la meditación y cultivado el interés por el grupo y no el propio, cuando desarrollemos un cuerpo físico fuerte y sano, y controlemos el cuerpo emocional, para que no nos arrastre el deseo, y el cuerpo mental sea nuestro instrumento y no nuestro amo, entonces conoceremos el verdadero significado de la meditación.

Cuando el hombre, por la meditación, ha establecido contacto con su grupo al cual pertenece, y es cada vez más consciente del grupo, entonces se halla en la etapa en que puede recibir una serie de iniciaciones, según se las denomina, que son simplemente expansiones de conciencia obtenidas con la ayuda de Quienes alcanzaron la meta, están identificados con el grupo y son parte consciente del cuerpo del Hombre celestial. Con la asistencia de estos Seres y su participación, el hombre despertará gradualmente al conocimiento que Ellos poseen.

Existe gran interés sobre el tema de la iniciación y se ha destacado mucho, quizá demasiado, su aspecto ceremonial. Conviene recordar que cada gran desenvolvimiento de la conciencia es una iniciación, y cada paso adelante en el camino de la percepción es también una iniciación. Cuando el átomo de sustancia entró a constituir parte de una forma, fue una iniciación para el átomo, conoció otro tipo de fuerza y se extendió su campo de contacto. Cuando la conciencia de los reinos vegetal y animal se fusionó y pasó del reino inferior al superior, constituyó una iniciación; cuando la conciencia del animal se expandió hacia la conciencia del hombre, tuvo lugar una iniciación aún mayor. Se entra en los cuatro reinos a través de una iniciación o expansión de conciencia. La familia humana tiene ante sí un quinto reino o espiritual, en el cual se ingresa mediante cierta iniciación, según se infiere de la lectura de El Nuevo Testamento. En todos estos casos la iniciación se logró con la ayuda de Quienes tienen conocimiento. De manera que en el esquema evolutivo no hay grandes separaciones entre un reino y otro, un estado de percepción y otro, sino un desarrollo gradual de conciencia, donde cada uno de nosotros desempeñamos y desempeñaremos nuestra parte. Si recordamos la universalidad de la iniciación, obtendremos un proporcionado punto de vista. Cada vez que somos más conscientes de nuestro medio ambiente y aumenta nuestro contenido mental, es una iniciación en pequeña escala. Cada vez que nuestro horizonte se dilata y pensamos y vemos con más amplitud, es una iniciación. En esto reside el valor de la vida y la magnitud de nuestra oportunidad.

Aquí deseo señalar que toda iniciación debe ser autoiniciada. Esa etapa final, donde recibimos ayuda definida de fuentes externas, no se debe a que los Grandes Seres ansían ayudarnos, llegar a nosotros y tratar de elevarnos; llega porque hemos realizado el trabajo necesario y nada puede evitar recibirla, pues nos corresponde por derecho. Quienes llegaron a la perfección, pueden y quieren ayudar, pero Sus manos están atadas si no hemos desempeñado nuestra parte en la tarea. Por lo tanto, nada de lo hecho se pierde para acrecentar nuestra utilidad en el mundo, mejorar nuestros cuerpos, adquirir dominio propio y equipar el cuerpo mental. Este ingreso en el cúmulo total traerá algún día una gran revelación; cada hora y cada día el esfuerzo acrecentará la oleada de energía que llevará al portal de la iniciación. El significado de iniciación es "entrar en". Simplemente significa que iniciado es quien ha dado los primeros pasos hacia el reino espiritual y ha recibido la primera serie de revelaciones espirituales, cada una de las cuales es la clave de una revelación mayor.

(*) Este artículo fue publicado en fecha 15/03/2015 en el blog "En Compañía del Alma"

(SIGUIENTE ARTÍCULO)

lunes, 20 de noviembre de 2017

LA CONCIENCIA DEL ÁTOMO - La Evolución del Hombre, el Pensador (V) (Alice A. Bailey) - Reflexiones Personales y Síntesis -


(En cursiva, párrafos que por su relevancia me ha parecido importante transcribirlos literalmente)


*       El hombre está hecho a imagen de Dios, y por eso debemos verlo reflejarse en la triple naturaleza del Logos. Debe demostrar inteligencia, expresar amor y manifestar voluntad..



*          "El hombre es el ser en que el supremo espíritu y la ínfima materia están vinculados por la inteligencia. Esta definición describe al hombre como el punto de convergencia de las tres líneas de evolución: el espíritu, la materia y el intelecto vinculador. Unifica el yo y el no-yo, mediante la relación entre ambos. Es el conocedor, lo conocido y el conocimiento. ¿Cuál es, pues, el propósito del intelecto y del conocimiento? Con toda seguridad su propósito consiste en adaptar la forma material a las necesidades y exigencias del espíritu inmanente".


*          La evolución de la materia se desarrolla gradualmente, siendo a su vez complementada por la lenta acción de la interna cualidad subjetiva de la vida de Dios, cuya esencial naturaleza queda así demostrada. Primeramente, tenemos un aspecto, luego otro y finalmente un tercero, teniendo así la maravillosa combinación y consumación, el ser humano, que sintetiza los tres aspectos y es la totalidad de los divinos atributos, aunque todavía muy embrionarios, y que debe repetir en su ciclo evolutivo el idéntico proceso seguido por el átomo. Así como el átomo sigue su curso interno y posteriormente debe ser atraído por otros átomos, para fusionarse y mezclarse y formar un grupo, análogamente el átomo humano debe hallar el lugar que le corresponde dentro de una forma mayor.



*        “En las primeras etapas de la evolución humana, que podríamos llamar atómica, el hombre reconoce gradualmente que es una unidad autoconsciente, con individualidad propia. A medida que la vida transcurre, el hombre pasa de la etapa atómica a otra superior y mejor, donde reconoce sus relaciones grupales, se da cuenta que tiene responsabilidades grupales y debe desempeñar funciones con otros átomos. Empieza a hacerse sentir la conciencia grupal. Así el átomo humano encuentra su lugar en el grupo, en la unidad mayor a que pertenece, y comienza el aspecto amor. El hombre ha pasado de la etapa atómica a la etapa de la coherencia grupal. Posteriormente llega a la etapa en que se da cuenta de que no sólo tiene responsabilidades con el grupo, sino que existe algo mayor, tiene conciencia de que es parte de una gran vida universal, subyacente en todas las agrupaciones; que no es un átomo universal ni tan sólo parte de un grupo, sino que al sumergirse en el grupo sin perder su identidad, el grupo mismo debe fusionarse nuevamente con la conciencia de esa gran Identidad, la síntesis de todo. Así llega a la etapa final de la inteligente apreciación de la divina unidad.”



*          “¿cuál es la meta para cada uno de nosotros? ¿Cuál la de estos diferentes átomos de los que nos ocupamos? Las antiguas Escrituras orientales dicen que la meta del átomo de la sustancia es la autoconsciencia. ¿Cuál es, por lo tanto, la meta del átomo humano que ya es autoconsciente, se ha individualizado y se guía a sí mismo por medio de su voluntad? ¿Qué tiene el hombre por delante? Sencillamente la expansión de su conciencia hasta incluir la conciencia de la excelsa Vida o Ser, en cuyo cuerpo es una célula..” 


*          “Si aceptamos que el hombre es una célula, en una esfera mayor, ¿no sería posible la existencia de una conciencia que fuera para el hombre lo que su conciencia es para las células de su cuerpo? ¿No sería posible que nuestra meta inmediata fuera obtener esa conciencia, en el mismo sentido en que el átomo de la sustancia tendrá que lograr algún día la conciencia de un ser humano?



*          “Tenemos cuatro estados de inteligente actividad que podemos o denominar: conciencia, autoconsciencia, conciencia grupal y conciencia de Dios, que se manifiestan respectivamente mediante los cuatro tipos de átomo: primero, el átomo químico y todas las formas atómicas; segundo, el átomo humano; tercero, el átomo planetario, y, finalmente, el omniabarcante átomo solar. Animando a estas formas atómicas, podemos ver la manifestación de todos los tipos de vida subhumana, desde la vida del átomo de la sustancia, hasta la vida animadora de los animales superiores; luego esa vida denominada humana, el hombre, el pensador; después el Hombre celestial, y, finalmente, la excelsa Vida del sistema solar, que los cristianos denominan Dios o Logos.”

Dani


sábado, 4 de noviembre de 2017

LA CONCIENCIA DEL ÁTOMO - La Evolución del Hombre, el Pensador (V) (Alice A. Bailey) (*)



Alice A. Bailey (como algunas/os de vosotras/os quizás conozcáis) escribió una serie de libros, algunos de suyos como este ("La Conciencia del Átomo") y otros con enseñanzas dadas por el Maestro Djwhal Khul (mas conocido como el Maestro Tibetano).

Este libro trata de la relación científica entre materia y consciencia, en una época en que la evolución influencia progresivamente la sustancia de todas las formas. El "átomo" aparece como la réplica miniaturizada más completa de la estructura energética común a todas las formas de vida: cósmica, planetaria, humana y subhumana"

Paulatinamente iremos añadiendo nuevos capítulos del libro para poder tratarlos con "la suficiente tranquilidad y mente abierta", aspectos indispensables para poder profundizar en estos temas.

Recordemos que el libro fue escrito hace casi 100 años, por lo que algunas expresiones, aspectos y comentarios que puedan aparecer en el mismo han de considerarse como de aquella época y, por tanto, quizás no coincidan del todo con la realidad actual.

Si alguien estuviese interesado en obtener mas información sobre A. A. Bailey, la Escuela Arcana y/o el Maestro Tibetano (Djwhal Khul), puede consultar los enlaces siguientes:


FUNDACIÓN LUCIS TRUST
Ir al Primer Capítulo 
Ir al Segundo Capítulo
Ir al Tercer Capítulo
- - - - -
  
LA EVOLUCIÓN DEL HOMBRE, EL PENSADOR 

CUARTA CONFERENCIA

Esta es la cuarta de una serie de conferencias dadas este último mes, y por su intermedio se tendrá una idea de uno de los fundamentales principios de la evolución, viéndolo actuar en el sistema solar.

Recapitulemos brevemente lo expuesto, a fin de encarar el tema de esta noche con ciertas ideas claramente formuladas. Vimos que la interpretación del proceso de la naturaleza implica un concepto triple que concierne a los aspectos vida y sustancia y a su estrecha interrelación mediante la facultad de la inteligencia, manifestándose como grado de conciencia. Dicha interrelación producirá finalmente la perfecta expresión (por medio de la materia) del consciente propósito de alguna entidad interna. Trato de destacar que mi objetivo es presentar una hipótesis y sugerir que quizás contenga el germen de una posible verdad, y que para algunos parece ser la forma más clara de explicar el misterio del universo. Vimos que las tres partes de un gran todo son:

Espíritu o Vida, manifestándose por medio de un segundo factor llamado sustancia o materia, que utiliza un tercero, la inteligencia. En la gradual síntesis de los tres aspectos componentes de la Deidad puede verse la evolución de la conciencia.

Después llegamos, en forma más técnica, a discutir el tema de la sustancia, sin tratar las sustancias o los elementos diferenciados, sino el concepto de una sustancia primordial, retrotrayéndonos todo lo posible a lo que Sir Williams Crookes llamó "protilo", o sea lo subyacente en todo lo tangible u objetivo. Consideramos el átomo, y vimos que recientemente fue definido como una unidad de fuerza o energía; consistiendo en una carga de electricidad positiva que energetiza cierto número de partículas negativas. Evidencióse que el minúsculo átomo químico y físico es en sí un sistema solar con la misma conformación general del sistema mayor, con análoga actividad y regido por leyes similares, y hallamos que tiene un sol central en cuyo torno giran en definidas órbitas los electrones. También observamos que los elementos químicos sólo difieren según el número y disposición de los electrones, alrededor de la positiva carga central. De allí pasamos a considerar el alma o siquis del átomo, y encontramos que los científicos reconocen que el átomo posee cualidades, denota vestigios de mente o inteligencia, y es capaz de discernir, seleccionar y elegir.

Seguidamente procedimos a relatar lo que parece un cuento de hadas. Nos imaginamos al ser humano como un átomo, y vimos la semejanza de ambos y que atrae y mantiene dentro de su esfera de influencia, la materia de sus cuerpos físico, emocional y mental, del mismo modo que los electrones se mantienen girando alrededor de su punto focal central. Fue factible expandir aún más la idea y fijamos nuestra atención sobre el planeta, imaginándolo de naturaleza análoga a la del átomo humano y al del ultérrimo átomo de sustancia, que sólo es la expresión de una vida que se manifiesta por medio de una forma esferoidal y lleva a cabo un propósito inteligente. Entonces llegamos a la culminación, consideramos al sistema solar como un átomo cósmico energetizado por la vida del Logos.

Por lo tanto, hemos considerado cuatro clases de átomos:

Primero, el átomo químico y físico.

Segundo, el átomo humano u hombre.

Tercero, el átomo planetario, energetizado por el Logos planetario u Hombre celestial.

Cuarto, el átomo solar habitado por el Logos o Deidad solar.

Si es correcto nuestro concepto fundamental, si hay algo de realidad en nuestra hipótesis y si existe un fondo de verdad en nuestra idea de que el átomo compone los elementos, debemos reconocerlo como una vida que actúa inteligentemente por medio de una forma. Quizás así podrá demostrarse que el hombre es también una vida o centro de energía, manifestándose por medio de sus cuerpos, y, además, que un planeta es asimismo el medio de expresión de un centro mayor de energía, y que de acuerdo a la Ley de analogía llegaremos a probar en el futuro que existe un Dios o Vida central detrás de la naturaleza material, y una Entidad que actúa conscientemente a través del sistema solar.

En la conferencia anterior consideramos otra fase de la manifestación. Estudiamos el átomo en sí, vimos cuando entra en relación con otros átomos, y que por mutua coherencia forman grupos o conglomerados de átomos; en otras palabras, lo consideramos como elemento constructor de las distintas formas de los reinos de la naturaleza, y observamos que en el proceso de evolución los átomos gravitan como electrones hacia puntos centrales, convirtiéndose a su vez en electrones. Así cada forma es un conglomerado de vidas menores.

Consideramos después sucintamente, los diferentes reinos de la naturaleza y trazamos el desarrollo del alma o siquis, en todos ellos. Ya habíamos dicho que el átomo posee inteligencia o poder de discernir y que en la construcción de las formas de los reinos mineral, vegetal y animal, aparece lo que entendemos por sensación, teniendo así los rudimentos de la emoción o sentimiento en embrión -reflejo del amor en el plano físico. Éste es un aspecto de la triple naturaleza de Dios, la inteligencia, manifestándose en el átomo; y por medio de la forma se manifiesta el amor o cualidad de atracción. Esto también puede explicarse como el reconocimiento de que en estos dos aspectos de la vida divina central, existe la tercera persona de la Trinidad logoíca colaborando con la segunda; tenemos también la actividad inteligente de la divinidad o el aspecto Espíritu Santo, actuando en conexión con el segundo aspecto, el Hijo, constructor de las formas. La Biblia, en Prov. 8, expresa esto en forma interesante, donde la sabiduría clama en voz alta (la sabiduría representa al aspecto Crístico en el Antiguo Testamento), y después de señalar que Él era con Dios antes de la creación, dice: "... estableció los cimientos de la tierra, con Él estaba como maestro trabajador o constructor". Los estudiosos harían bien en estudiar este capítulo en relación con las ideas expuestas, asegurándose de que la traducción sea exacta.

Vamos a considerar ahora el tema de la evolución del hombre, el pensador. Veremos que en el hombre interviene otro aspecto de la divinidad. Browning, en “Paracelsus”, abarca el tema en forma interesante, resumiéndolo de la manera siguiente:

"Él (Dios) mora en todo.
Desde el ínfimo comienzo de la vida hasta el fin,
el hombre -culminación de este esquema
del ser, la culminación de esta esfera
 de la vida; cuyos atributos han sido por doquier
diseminados en el mundo visible,
pudiendo ser combinados estos tenues fragmentos,
destinados a ser unidos en un todo maravilloso,
cualidades imperfectas en la creación,
que sugieren una criatura increada,
alguna etapa donde todos esos rayos diseminados
deberían converger en las facultades del hombre."

Por lo tanto, habiendo descubierto dos aspectos de la divinidad, en el átomo y en la forma, hallaremos la perfecta triplicidad en el hombre. Sabemos que el hombre está hecho a imagen de Dios, y por eso debemos verlo reflejarse en la triple naturaleza del Logos. Debe demostrar inteligencia, expresar amor y manifestar voluntad. Consideremos algunas definiciones del hombre en diccionarios y libros. El Standard Dictionary da una definición muy poco interesante: el hombre es "un individuo de la raza humana", y sigue una larga serie de sugestivas derivaciones de la palabra hombre, en diferentes idiomas, y concluye diciendo que muchas de ellas son improbables. A mi entender, la etimología más satisfactoria es la que deriva de la palabra de raíz sánscrita "man", hombre, que significa "el que piensa". Annie Besant, en una de sus obras, da la siguiente definición excepcionalmente clara: "El hombre es el ser en que el supremo espíritu y la ínfima materia están vinculados por la inteligencia". Esta definición describe al hombre como el punto de convergencia de las tres líneas de evolución: el espíritu, la materia y el intelecto vinculador. Unifica el yo y el no-yo, mediante la relación entre ambos. Es el conocedor, lo conocido y el conocimiento. ¿Cuál es, pues, el propósito del intelecto y del conocimiento? Con toda seguridad su propósito consiste en adaptar la forma material a las necesidades y exigencias del espíritu inmanente; permite al pensador que reside en el cuerpo, ser utilizado inteligentemente y para algún propósito definido; también que debe existir con el fin de que la central unidad energetizadora pueda controlar constructivamente su aspecto negativo. Todos somos entidades animadoras de una forma, que por medio de la inteligencia procuramos utilizarla para un especial propósito existente en la consciente voluntad del verdadero ser.

En un libro esotérico muy antiguo -tan antiguo que no es posible asegurar su fecha- hallamos una ilustradora definición del hombre, de acuerdo con el concepto que estamos explicando. Define al hombre como "la Vida y las vidas". Hemos visto que el átomo es una vida que se manifiesta por intermedio de una minúscula esfera, de la cual es el centro. Vimos también que toda forma mineral, vegetal y animal, es un conglomerado de vidas. Pasemos a la siguiente etapa de la gran escala de evolución, y hallaremos que el ser humano es la lógica secuencia de estos precedentes desarrollos. Primeramente, la sustancia primordial que en esencia es energía inteligente; después la materia atómica, con toda su variada actividad, formando la combinación elemental; luego la forma o conglomerado de átomos, hasta llegar al que mora en la forma, que no sólo es de activa inteligencia e inherente atracción y amor, sino también resuelta voluntad. El "morador interno" tomó posesión de la forma cuando ya tuvo cierto grado de preparación y las vidas componentes habían alcanzado cierta capacidad vibratoria. Ahora la está utilizando y repite dentro de su propia esfera de influencia, la obra de un átomo de materia, aunque no se manifiesta de una manera ni dos, sino de tres. Por lo tanto, en el hombre tenemos realmente y en verdad, lo que el cristiano llama "imagen de Dios". Para todos los pensadores debe ser evidente que la única manera de conocer a Dios es por el estudio de Su naturaleza o Su cualidad síquica. Sabernos que Dios es inteligencia, que es amor, o la gran fuerza atractiva del sistema solar y la enorme voluntad o propósito detrás de todo lo manifestado. Las Escrituras del mundo representan a la Deidad bajo estos tres aspectos y Se manifiesta triplemente en la naturaleza.

La evolución de la materia se desarrolla gradualmente, siendo a su vez complementada por la lenta acción de la interna cualidad subjetiva de la vida de Dios, cuya esencial naturaleza queda así demostrada. Primeramente, tenemos un aspecto, luego otro y finalmente un tercero, teniendo así la maravillosa combinación y consumación, el ser humano, que sintetiza los tres aspectos y es la totalidad de los divinos atributos, aunque todavía muy embrionarios, y que debe repetir en su ciclo evolutivo el idéntico proceso seguido por el átomo. Así como el átomo sigue su curso interno y posteriormente debe ser atraído por otros átomos, para fusionarse y mezclarse y formar un grupo, análogamente el átomo humano debe hallar el lugar que le corresponde dentro de una forma mayor.

Por consiguiente, consideremos brevemente el proceso evolutivo del ser humano. Hemos visto que en él convergen las tres líneas, que es un punto de síntesis, que aún predomina un aspecto, el de la inteligencia, y que el segundo aspecto de amor-sabiduría recién está haciendo sentir su presencia, teniendo en embrión el aspecto Superior, la voluntad espiritual.

A casi todos se nos ha enseñado a creer en el concepto bíblico de "la caída del hombre", pero pocos son hoy los que creen en este relato tal como aparece en el tercer capitulo del Génesis, y para la mayoría es una interpretación alegórica. ¿Qué oculta verdad subyace en esa curiosa historia? Sencillamente, que la verdad acerca del descenso del espíritu en la materia, le es impartida a la infantil mentalidad del hombre por medio de un cuadro simbólico. La convergencia de las tres líneas supone un doble proceso. Por una parte, tenemos el descenso de la entidad, la vida central, a la materia, y la encarnación del espíritu; por otra, el ascenso fuera de la materia de esa vida o espíritu, más todo lo adquirido mediante la utilización de la forma. Experimentar la materia, morar en la forma, energetizar la sustancia, abandonar el Jardín del Edén (donde no hay lugar para el necesario desenvolvimiento) y el deambular del Hijo Pródigo en un país lejano, constituyen las distintas etapas representadas en la Biblia cristiana, donde el hombre descubre que él no es la forma, sino la entidad que la utiliza. Es inteligencia y, por lo tanto, está hecho a imagen de la tercera Persona de la Trinidad; es amor, y en él se manifestará algún día perfectamente el aspecto amor de la Deidad, y podrá exclamar con su hermano mayor el Cristo, en respuesta a la demanda: "Señor, muéstranos al Padre", y así "el que me ha visto a mí, ha visto al Padre", porque Dios es amor y, finalmente, por medio del hombre se manifestará el superior aspecto de la voluntad de Dios, y será entonces perfecto como perfecto es Su Padre en los cielos.

Así como en la evolución de la sustancia podemos ver tres etapas -la energía atómica, la coherencia grupal y la eventual síntesis- las mismas etapas aparecen en la evolución del hombre. En las primeras etapas de la evolución humana, que podríamos llamar atómica, el hombre reconoce gradualmente que es una unidad autoconsciente, con individualidad propia. Quien ha educado niños, conoce bien esta etapa. En la constante repetición de "mío, mío, mío", puede observarse la etapa de apropiación para sí, sin pensar en los demás. Los niños son por naturaleza, sensata e inteligentemente egoístas. Es la etapa del gradual reconocimiento de la existencia separatista, y la cada vez más potente utilización, por el átomo humano, de su interna fuerza atómica. El niño se rebela contra la forzada vigilancia de quienes tratan de protegerlo, pues cree bastarse a sí mismo. Esto se observa en el individuo y en la raza.

A medida que la vida transcurre, el hombre pasa de la etapa atómica a otra superior y mejor, donde reconoce sus relaciones grupales, se da cuenta que tiene responsabilidades grupales y debe desempeñar funciones con otros átomos. Empieza a hacerse sentir la conciencia grupal. Así el átomo humano encuentra su lugar en el grupo, en la unidad mayor a que pertenece, y comienza el aspecto amor. El hombre ha pasado de la etapa atómica a la etapa de la coherencia grupal.

Posteriormente llega a la etapa en que se da cuenta de que no sólo tiene responsabilidades con el grupo, sino que existe algo mayor, tiene conciencia de que es parte de una gran vida universal, subyacente en todas las agrupaciones; que no es un átomo universal ni tan sólo parte de un grupo, sino que al sumergirse en el grupo sin perder su identidad, el grupo mismo debe fusionarse nuevamente con la conciencia de esa gran Identidad, la síntesis de todo. Así llega a la etapa final de la inteligente apreciación de la divina unidad.

Esta triple idea está sintetizada en la notable frase donde Jehová le dice a Moisés, el hombre representativo: "Yo soy ese yo soy". Si dividimos en tres partes esta frase tendremos la idea de lo que he tratado de exponer hoy: primero, la conciencia atómica YO SOY; después el grupo, YO SOY ÉSE, la conciencia de que él no es una individualidad separada ni sólo una unidad autocentrada, tampoco una entidad auto-consciente, sino algo aún superior. Entonces el hombre alcanza ese reconocimiento que lo conducirá a sacrificar su identidad al servicio del grupo y a sumergir su conciencia en la del grupo. De esta consciente unión nada sabemos todavía. Esto ocurrirá cuando esa etapa superior del YO SOY ESE YO SOY no constituya un ideal imposible, un concepto visionario, sino una realidad fundamental; cuando los hombres en conjunto se reconozcan como expresión de la vida universal, y la conciencia grupal misma se fusione con la conciencia de todo el conjunto de grupos.

Supongo y tengo la esperanza de que salimos rápidamente de la etapa atómica y que nuestra esfera de influencia e interés no está limitada por un muro atómico, sino que nos estamos haciendo radiactivos, utilizando un término familiar. Cuando así sea, no estaremos circunscritos ni limitados por nuestros propios cascarones ni por los estrechos confines de nuestra vida personal, contrariamente comenzaremos a irradiar y hacer contacto con otros átomos, llegando así a la segunda etapa, la de atracción.

Por lo tanto, ¿cuál es la meta para cada uno de nosotros? ¿Cuál la de estos diferentes átomos de los que nos ocupamos? Las antiguas Escrituras orientales dicen que la meta del átomo de la sustancia es la autoconsciencia. ¿Cuál es, por lo tanto, la meta del átomo humano que ya es autoconsciente, se ha individualizado y se guía a sí mismo por medio de su voluntad? ¿Qué tiene el hombre por delante? Sencillamente la expansión de su conciencia hasta incluir la conciencia de la excelsa Vida o Ser, en cuyo cuerpo es una célula. Nuestro cuerpo físico está, por ejemplo, constituido por innumerables vidas menores o átomos, cada uno separado del otro, y caracterizado por su propia e inherente actividad, y cada uno forma una esfera, que contiene dentro de su periferia otras esferas menores o electrones.

Hemos visto que el hombre es la carga positiva, que mantiene a su multiplicidad de átomos o vidas menores energetizados y unidos en formas coherentes. Cuando en la muerte se retira el aspecto espíritu, la forma se desintegra y disuelve, y estas pequeñas vidas conscientes, habiendo cumplido su función, se dispersan. La conciencia del átomo dentro del cuerpo es muy distinta de la conciencia del hombre, y esto lo comprenderemos si reflexionamos un poco. Si aceptamos que el hombre es una célula, en una esfera mayor, ¿no sería posible la existencia de una conciencia que fuera para el hombre lo que su conciencia es para las células de su cuerpo? ¿No sería posible que nuestra meta inmediata fuera obtener esa conciencia, en el mismo sentido en que el átomo de la sustancia tendrá que lograr algún día la conciencia de un ser humano? Sería esto lo que pensaba Browning cuando dijo: "El género humano está constituido por cada uno de los hombres, y en dicha síntesis termina el relato". Nos presenta aquí el concepto de un hombre superior, síntesis o suma total de todas las unidades menores. Esta síntesis podría ser la gran Vida o Entidad planetaria que está detrás de nuestra manifestación planetaria y es la suma total de la conciencia grupal. Sugiero que así como la autoconsciencia es la meta para todas las formas subhumanas de vida, y la conciencia grupal o la del Hombre Celestial es la meta del ser humano, así también existirá para él una meta, y la realización puede ser el desarrollo de la conciencia de Dios; de manera que él debe luchar para lograr el conocimiento que posee el Logos solar.

De este modo podemos ver la unidad de conciencia desde el más diminuto átomo hasta la Deidad misma, abriendo ante nosotros una admirable perspectiva de posibilidades, pudiendo verse también la vida de Dios en Su triple y esencial manifestación, desarrollándose en una conciencia siempre en expansión, expresándose en el átomo de sustancia, ampliándose por medio de la forma, hasta llegar al punto culminante en el hombre y, luego, continuar su curso hasta manifestarse como la conciencia planetaria, suma total de todos los estados de conciencia en nuestro planeta Tierra, hasta llegar a la Vida fundamental y básica que sintetiza todas las evoluciones planetarias, dentro de Su esfera mayor, el sistema solar. En resumen, tenemos cuatro estados de inteligente actividad que podemos o denominar: conciencia, autoconsciencia, conciencia grupal y conciencia de Dios, que se manifiestan respectivamente mediante los cuatro tipos de átomo: primero, el átomo químico y todas las formas atómicas; segundo, el átomo humano; tercero, el átomo planetario, y, finalmente, el omniabarcante átomo solar. Animando a estas formas atómicas, podemos ver la manifestación de todos los tipos de vida subhumana, desde la vida del átomo de la sustancia, hasta la vida animadora de los animales superiores; luego esa vida denominada humana, el hombre, el pensador; después el Hombre celestial, y, finalmente, la excelsa Vida del sistema solar, que los cristianos denominan Dios o Logos.

Browning expresa la idea de la gradual expansión de la conciencia de un ser humano hacia algo mayor y más vasto, con las palabras siguientes:

"Cuando la raza llegue a ser perfecta, es decir, como un hombre; todo lo dado al género humano, y hasta ahora producido por el hombre, habrá llegado a su fin; pero en el hombre íntegro se inicia nuevamente  una tendencia hacia Dios. Las predicciones auguraron el o acercamiento del Hombre; en el yo del hombre surgen augustas anticipaciones, símbolos, tipos de tenue esplendor siempre existentes en ese eterno Círculo perseguido por la vida. Los hombres comienzan a cruzar los límites de la naturaleza, descubriendo nuevas esperanzas y obligaciones, que rápidamente suplantan sus propias alegrías y pesares; llegan a ser demasiado grandes para los estrechos credos del mal y del bien, que se desvanecen ante la inmensurable sed de bien; en tanto surge de ellos la paz en forma creciente. Estos hombres se hallan ya en la tierra, serenos en medio de las criaturas semiformadas que los rodean, que deberían ser salvadas por ellos y unirse a ellos".


 (*) Este artículo fue publicado en fecha 25/02/2015 en el blog "En Compañía del Alma"